Nuestras Historias


28-03-2008 Haciendo Camino (Semana Santa Compostelana)



Esta Semana Santa AxA ha cambiado el todo terreno por las piernas y el volante por bastones y palos de peregrino. Los kilómetros no han transcurrido sobre la arena del desierto, si no por los caminos y bosques de León y Galicia. AxA quería promocionar no sólo la Asociación, también el proyecto de orfanato en Mauritania al que pretendemos dedicarnos de inmediato.

Así pues, con pancarta en ristre, hucha, pegatinas, chapas y dípticos (estos últimos muy bien confeccionados por nuestro eficaz secretario), once miembros de la Asociación (de edades comprendidas entre 10 y 60 años) salieron desde Villafranca del Bierzo, si bien es cierto que fueron catorce los que llegaron a Santiago, pues por el Camino se unieron tres socios más.

En grupo, pero cada uno a su paso, íbamos quemando etapas: Fran, “sobrao” de fuerzas, siempre iba el primero. Apenas los demás podíamos divisar su estela; como una promesa, andaba cuesta arriba o cuesta abajo sin bajar ritmo.

Luís, el Presi, le seguía de cerca; era otro macho al frente de la manada y, aún cuando la rodilla le imploró clemencia, no abandonó el puesto de cabeza, quizá rumiando por los viejos tiempos, quizá negándose a doblegarse vencido el lunes tras su mesa de director.

Todos y cada uno de los componentes del grupo tuvimos nuestro momento de gloria, todos tuvimos momentos de soledad gloriosa, en común-unión con esa naturaleza que se nos ofrecía generosa a nuestro paso. Cada uno pudimos entonar canciones, plegarias, recuerdos, promesas, intenciones y… hasta juramentos.

Y a pesar del deleite que nos suponía la soledad del Camino, no podíamos evitar anhelar, detrás de la siguiente curva, descubrir el rostro vivaracho de Toni esperándonos con nuestra vieja furgoneta y la intendencia. Nunca falló, por muy recóndito que el paraje fuera: allí estaba con un poco de caldo, Aquarius, fruta o cualquier chuchería que nos animara unos kilómetros más. Ese ha sido otro secreto del Camino; porque a la misión que Toni se encomendó desde el principio y que era nuestra asistencia, sumó una segunda misión pactada con el Camino: asistir a los peregrinos que, rendidos, iba encontrando malparados por el Camino. La vieja furgoneta y su conductor no paraban: más de mil kilómetros han sumado a los ya rodados. Muchos ya la reconocían por el Camino, difícil de camuflar el nuevo diseño que portaba. PRO-IMAGEN ha sabido rendir homenaje a la Asociación dando un aspecto a su vehículo, imponente, TOTAL.

Los peregrinos sonreían al verla pasar, ora hacia el norte ora hacia el sur, ora llevando a algún peregrino enfermo, ora buscando concienzudamente a su grupo. Pareciera que el Apóstol hubiera adoptado ese aspecto retro de furgoneta hippie pasada de moda.

A Tamara y Lula, pronto les traicionaron sus fuerzas, pero lejos de frustrarse se auto asignaron otro papel, muestra de su gran generosidad para con el grupo. Cuando llegábamos a nuestro destino, el alojamiento estaba decidido y las mochilas y sacos a pié de cama. No sé si alguno, entre chirigota y chiste, balbuceamos algún “gracias”, pero sin duda obtuvieron el reconocimiento de todos nosotros.

Lidia y Rodrigo, nuestros más pequeños, pagaron cada uno su precio; el Camino muestra su gloria pero pide un precio, y ni la tierna edad de sus dos pequeños caminantes alteraron el canon. Las lágrimas de Rodrigo se confundían en su cara con la lluvia y al día siguiente los pequeños enseñaban al Viejo Camino una lección: no había ni pizca de rencor en su piel.

Marisa, quizá, fue la mayor y mejor pagadora. Su maltrecha cadera y su pie hinchado clamaban descanso pero ésta, lejos de hacerles caso, les imponía su tiranía hasta entrada la tarde: “¡nada ni nadie me dice lo que tengo que hacer!” (¡Cualquiera le replicaba!).

José Luís, siempre pendiente de todo, servicial al máximo, pendiente del grupo, respetaba los espacios pero no permitía que el último se desenganchara. Como buen perro pastor, cerraba siempre el grupo, cuidando de la manada.

Juanqui, comenzaba el Camino con sobrecarga muscular; sin embargo, haciendo caso omiso a los consejos del médico, caminó sin descanso codeándose con los primeros. Algunos le oíamos decir al final de la jornada: “estoy triturado”, pero como si de un ritual se tratara, a la mañana siguiente comenzaba la andadura sin tregua.

Todos y cada uno de nosotros llevábamos la cuenta de los kilómetros que llevaban madre e hijo: no referimos, como no, a la despiadada lucha entre Blanqui y David. Y todos y cada uno de nosotros habíamos hecho nuestras apuestas. David, adolescente donde los haya, había ido al Camino obligado por sus padres. No quería andar y no preparó nada, ni calzado ni ropa. Pero David, digno sucesor de los machos adultos, no da la espalda a un reto y, Blanca, su madre, conocedora de sus entrañas, le retó. David caminó, los casi doscientos kilómetros caminó, con playeras y apenas una sudadera, con frío, viento y lluvia; cierto es que el reto que su madre le ofreció era goloso, pero no por ello dejó de admirarnos su fuerza física y su voluntad. Con las suelas de las zapatillas desgastadas, hiriéndole las piedras del camino, sus imprecaciones, impaciencias y quejidos los oímos todos, pero no cesó de caminar hasta la Catedral. Aún cuando Blanca cayó y la superó en doce kilómetros, siguió caminando… ya no era el reto con su madre, era su reto personal. Blanca, sin duda, se ha traído del Camino dos tesoros: la esencia del Camino que ella ha obtenido y el orgullo de su hijo.

Pepe se unió al grupo el Jueves Santo: más de seiscientos kilómetros para pasar, con todos, el último tramo. Pero esto es así, este es nuestro grupo y estos son nuestros amigos y a todos ellos hay que sumar la gente que hemos conocido, con los que hemos entonado una conocida sintonía: con la parejita de Vascos que nos han escrito interesándose por nuestra vuelta; las dos chicas canarias con las que Rodrigo promocionó la Asociación; con Toño, a quien acercamos hasta un Centro de Salud porque tenía un tobillo “chungo” y que se empeñó en hacer un pequeño donativo a la Asociación; con Paco, intrépido periodista de Globomedia al que tuvimos que ayudar en diversas ocasiones pues es víctima de un virus contraído en una de su múltiples aventuras y, por descontado, nuestra nueva amiga y gran cocinera, Marisa (CASA AMENAL), quien nos deleitó con un trato exquisito y unos platos de pecado mortal y que a nuestra vuelta nos ha sorprendido con su inscripción como socia en nuestra Asociación: ¡Bienvenida, Marisa!

Se dice de Galicia que es tierra de meigas y, sin duda, es una tierra mágica; en magia nos envolvieron sus cañadas, bosques y veredas. Magia y fuerza de voluntad hicieron que camináramos casi doscientos kilómetros bajo viento, frío y agua. Un grupo compacto, una asistencia inmejorable y al final… los pies destrozados y una satisfacción íntima indescriptible. Los retos personales, me atrevo a aventurar, fueron superados; como grupo supimos estar a la altura. Ahora empieza un reto mayor: en Nouadhibou (Mauritania) hay un grupo de niños y adultos que confían en nosotros; juntos conseguiremos el objetivo: construiremos un orfanato para ellos y los acompañaremos en su caminar.